«EL TODO crea en su mente infinita innumerables universos, los cuales existen durante eones de tiempo, y así y todo, para ÉL, la creación, desarrollo, decadencia y muerte de un millón de universos no significa más que el tiempo que se emplea en un abrir y cerrar de ojos.»

«La mente infinita del TODO es la matriz del Cosmos.»

Ermita de San Frutos de Duratón

SEGOVIA

SAN FRUTOS DE DURATÓN

Declarada Monumento Histórico Artístico, la iglesia o "ermita" de San Frutos de Duratón es una construcción románica de siglo XII que se realizó sobre otra visigótica del siglo VII. La fundación se atribuye a San Frutos y sus dos hermanos, San Valentín y Santa Engracia, que eligieron el lugar para dedicarse a la vida contemplativa. Posteriormente se completó el complejo con un monasterio y un cementerio.

El conjunto monacal se sitúa sobre uno de los meandros que forman las hoces del río Dutatón en el mismo corazón del parque de las Hoces del río Duratón, en el noreste de Segovia, aguas abajo de la villa de Sepúlveda.

Las cuevas y roquedos del río Duratón tienen una larga tradición de asentamientos eremíticos, que nacen en época visigoda, extendiéndose al siglo VIII, en vida de San Frutos y sus hermanos.



San Frutos nació en Segovia en el año 642, en el seno de una familia visigoda acomodada que tuvo otros dos hijos, Valentín y Engracia. Cuando murieron sus padres siendo todavía joven y junto a sus dos hermanos, deciden vender sus bienes y los dan a los pobres retirándose a este lugar para vivir humildemente. Los tres hermanos vivieron durante ese periodo en sendas cuevas, Frutos en el lugar donde ahora se levanta la Ermita, su hermana Engracia en una cueva a la derecha de la peña, y su hermano Valentín en otra cueva a 2 Km. río arriba a la derecha. Cuando San Frutos murió en el año 715 a la edad de 73 años, sus hermanos  se marcharon a Caballar, donde fueron martirizados y decapitados por los musulmanes. Sus cráneos todavía se conservan en un relicario de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. En ciertos periodos de sequía el sacerdote sumerge las cabezas en la llamada Fuente Santa para que empiece a llover. A este ritual se le llama de las mojadas.

La zona, después de invadida por Almanzor en 984, es nuevamente reconquistada en 1011 y hacia 1073 los benedictinos sucedieron a los ermitaños en estos riscos, ellos levantaron la actual iglesia en honor de San Frutos y el monasterio anejo. La iglesia se comenzó a construir en el año 1093 y fue consagrada en el año 1100, como reza una inscripción de la nave. La presencia de los monjes benedictinos se mantuvo hasta que se vieron obligados a abandonar las instalaciones debido a la desamortización de Mendizábal en 1834. El abandono y un incendio ocurrido en el siglo XIX acabaron llevando a la ruina al monumento. En junio de 1931 fue calificado como Monumento Nacional.

Para acceder a la ermita de San Frutos, hay que llegar a Villaseca, y desviarse por una pista en buen estado hasta un amplio aparcamiento. Desde allí hay que encaminarse en dirección al espolón rocoso, rodeado de precipicios, sobre el que se alza la ermita de San Frutos. Tras cruzar por un puente de piedra, construido en 1757, salvando una profunda grieta, llamada La Cuchillada de San Frutos, según la tradición abierta por el santo con su bastón para proteger a los vecinos de Sepúlveda perseguidos por los sarracenos, se asciende al antiguo cenobio benedictino.


En la entrada nos recibe una enorme cruz de hierro, recuerdo de la gran peregrinación a este lugar propiciada por el obispo segoviano Quesada en 1900, está forjada sobre un pedestal de piedra con siete llaves grabadas que corresponden a las siete puertas de Sepúlveda. El siete se considera un número mágico y vuelve a aparecer en el nombre de la cueva de los Siete Altares, muy cerca de allí.

Junto a la puerta de entrada se encuentra la necrópolis, al lado del ábside de la iglesia como era costumbre en la Edad Media. Las tumbas están talladas en piedra y son antropomorfas. Se cubrían con lajas de piedra y están orientadas al este para que la cabeza del difunto mirase hacia la salida del sol.




En el interior, a la izquierda se encontraban las habitaciones de los hermanos. A continuación unos escalones permitían subir al atrio de la iglesia. Al final se encontraban el gallinero, el pajar y las caballerizas, junto al muro que cerraba el priorato. Al lado de la puerta que se abría al castro y al cementerio estaba el horno.

Frente a la puerta principal de la iglesia se encontraban varias estancias que se utilizaban como alcobas y despensa. Encima de la bodega, en el ala norte, había un balcón que permitía acceder al atrio.


La iglesia o "ermita" de San Frutos de Duratón que hoy contemplamos es el resultado de esa campaña constructiva primitiva, a la que se añadieron posteriormente dos ábsides laterales, se sustituyó el central, se abrió una puerta a los pies, y se alzó una galería de la que sólo quedan restos; todo ello a finales del XII.

Su fábrica es completamente de sillería, consta de una sola nave de 8 metros de ancho con dobles arquerías ciegas a sus lados que se levantan sobre pequeñas columnas y se cubre por una bóveda de cañón en tres tramos reforzado por tres arcos fajones sobre pilastras prismáticas y arco de triunfo rebajado, al fondo de la nave está el ábside.


La sobriedad de este templo no ofrece demasiadas concesiones estéticas al visitante. Pero su valor es incuestionable al tratarse de una de las construcciones románicas más antiguas del sur de Castilla, y en un paraje incomparable.


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FOTOGRAFÍAS
  












  





















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